LOS
CAIFANES
El frío que
de noche sientes es por andar desperdiciada...
La noche, con su
respectivo manto oscuro, es la encargada de albergar infinidad de historias y
de diversión, también es capaz de hermanar a cualquiera que busque hacer una
que otra “jalada”, tal es el caso de Los caifanes, definidos como “aquellos que
las pueden todas”, un grupo bastante peculiar, el cual conoce a dos jóvenes de clase alta con los
que pasarán una noche de juerga como pocas. Es así como los convencionalismos
sociales se rompen y los ricos convivirán con los pobres.
Lo antes escrito
pertenece a la cinta “Los Caifanes”, un argumento de Carlos Fuentes y Juan
Ibañez, quien también fungió como director. El filme rodado con ciertas
dificultades, tanto para su realización como exhibición, vio por primera vez la
luz un jueves 17 de agosto de 1967 en el Cine Roble, ubicado en paseo de la
Reforma e Insurgentes norte, así como en el Mariscala y Estrella; la cartelera
de ese entonces incluyó otros títulos como “Casino Royale”, perteneciente a la
saga Bond, así como “La soldadera”, la cual dado su éxito se exhibió no sólo en
el cine Alameda también en El carrusel;
“La Atlántida” también llegaba a cartelera, bajo un formato de 70 milímetros. Con un
costo por boleto de cuatro pesos, la audiencia mexicana atestiguó por primera
vez la trama del Capitán Gato, El mazacote, El estilos, El Azteca, quienes en
cofradía con Paloma y el arquitecto Jaime de Landa hicieron de las suyas y
lograron romper los esquemas de lo antes establecido en el cine nacional,
incluso los años y los críticos la catalogan como una de las cien mejores
películas mexicanas.
La visita a un
cabaret de mala muerte, el Géminis, en el que Paloma (Julissa) convive con las
mujeres que talonean haciéndose pasar por una de ellas, entre la curiosidad por
conocerlas, es el inicio de una travesía con varias tesituras. El vestir a la
Diana cazadora, con un sostén y falda, es la broma que finalmente rompe el
hielo entre ambos choques culturales. El encargado de perpetrar dicho acto es
El azteca (Ernesto Gómez Cruz), quien reveló cómo consiguió tal proeza.
“El cine tiene
muchos trucos, entonces subo con dificultades a la Diana, pero subí con
escaleras, no es tan fácil, porque no creo sea posible subirse así, hay agua,
ya arriba ya está seco, pero para ese plato enorme es difícil, fue por medio
escaleras y cortes. La única satisfacción que tengo es que no creo que haya
subido ninguno de mis compañeros actores de mis películas y yo hasta me atrevía
a darle un beso y vestirla”, acotó.
Una vez vestida
la dama, ubicada en Reforma, la noche continúa con diversión ataviada con metáforas y
reflexiones en torno a la muerte, como ocurre en el funeral en el que se
aprecian a todos acostados en su respectivo sarcófago. El jolgorio avanza pero
también la intensidad de las bromas, hecho que lleva a este grupo a separarse
en pares, durante algunas horas en la madrugada, para después reencontrarse.
Estos son los elementos de una velada
bizarra que queda asentada en los anales de la cinematografía.
México
en una laguna y mi corazón echándose clavados...
Con inquietudes
de dar nuevos bríos y esperanza al cine mexicano se lanzó un concurso de
guiones, organizado por la sección de Técnicos y
Manuales del Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica (STPC),
en la que el guión de Carlos Fuentes y Juan Ibañez fue el ganador bajo la
revisión del jurado, conformado por
Salvador Novo (escritor e
historiador), Fernando Macotela (escritor y guionista) y Juan J. Ortega
(periodista, director y productor de cine). Pese al prestigio de la pluma de
Fuentes, la película no conseguía su rodaje y luego de pasearse por diferentes
manos la propuesta despertó el interés de los productores Pérez Gavilán y
Mauricio Walerstein, quienes consiguieron el dinero. Pese a esto, las
dificultados continuaron pues algunos miembros del sindicato de cine y actores,
impidieron el rodaje durante cuatro días, hasta que los realizadores acudieron
a las autoridades gubernamentales, las cuales dieron el visto bueno para realizar
una filmación con locaciones en el
Distrito Federal, era el mes de diciembre de 1966.
“Era
una etapa donde los sindicatos del STPC no admitían a nuevos elementos y las
puertas estaban cerradas para los nuevos, escritores, directores, ese pienso yo
fue el problema. A final de cuentas logramos hacer la película”, recuerda
Ernesto Gómez Cruz en torno a las dificultades para rodar una cinta en aquellos
tiempos cinematográficos.
Hay cosas que parecen viejas pero no lo son...
Un idioma entre
lo populachero y lo poético, algunas escenas que pueden ser calificadas como
oníricas, además de una cinta dividida
en capítulos, cinco para ser exactos, con continuidad y sin fragmentaciones en
la narrativa, además de comenzar a explotar el soundtrack con música incidental
y temas como “Fuera del mundo”, título tentativo de la cinta, son algunas de
las innovaciones que aportó el filme en medio de una cinematografía en la que
las historias eran rosas con musicales o comedias insulsas como “Juan Pistolas”
o “Acapulco a go go”, entre otras.
Durante su
estreno la cinta fue bien acogida por la crítica, así queda asentado el 19 de
agosto de aquel año, en la sección de crítica escrita por Núñez y Lobaton para
Excélsior, en la que se refiere lo siguiente “Representa el movimiento de
recreación de nuestro cine. Tanto el tema, el argumento, la dirección y
fotografía (de Fernando Colín) son algo nuevo y capaz de competir con los
expresados por talentos de categoría internacional”. Casi medio siglo después
de su estreno las referencias a la cinta continúan, y parte de su elenco, pese
a todo lo que han hecho, consideran a “Los Caifanes” como su obra cumbre, tal
es el caso de Julissa, en el papel de Paloma, quien representa con este papel
el liberalismo y rebeldía de la mujer en un grupo de hombres. Precisamente la
actriz manifestó el cariño y la
importancia que le tiene a la cinta, así como la amistad que mantuvo con
Enrique Álvarez Félix, su pareja en el filme.
“Es el máximo
momento para mí a nivel artístico, obviamente a nivel emocional uno totalmente
está en otra onda cuando se es tan joven. Enrique y yo los dos teníamos muchos
azotes, nos daba risa, porque cuando no estábamos filmando nos contábamos
nuestras penas.Él fue un gran amigo mío, fue mi compadre, padrino de mi hijo
Alejandro, lo quise mucho, tenía un gran
sentido del humor, como el de su madre, increíble”, enfatizó. Durante el año de
su exhibición la actriz de “Amor libre”, dio a conocer que la cinta sería
mostrada en uno de los festivales más importantes del mundo “El 24 saldré a Venecia para asistir al Festival de Cine donde se
presentará mi película Los Caifanes, que no concursará, será invitada. Espero
conocer gente muy increíble. Carlos Fuentes será jurado”, dijo a Excélsior, con
fecha del viernes 18 de agosto de 1967.
Y es que para la también cantante, Carlos Fuentes, quien también
fuera su padrastro, fue una persona primordial y de gran relevancia en su
carrera “Todo lo que tuve que ver con Carlos
fue mágico para mí, fue muy importante, su amistad, su compañía, la gente que
lo seguía a todas partes. Fue una época increíble, íbamos juntos a galerías, yo
era prácticamente de los más chicos de esa generación, cuando se fue a vivir
fuera se deshizo ese grupo”, remarcó.
Ernesto Gómez
Cruz, quien encarna al Azteca, también le tiene una estima especial a esta
cinta “Fue mi primer película, yo venía de estudiar teatro, no había hecho nada
en cine y de ahí ya no me moví. Llegó de milagro la cinta, nunca me imaginé en
la pantalla. Saliendo de la escuela, literalmente, salía de los habituarios,
había terminado mi tiempo de tres años de colegiatura, yo quería cinco, no fue
posible, me dieron el ultimatum para que dejara vacante mi lugar para otros
becarios. Ahí me encuentro con Sergio Jiménez, que en paz descanse el amigo, y
me dijo que venía por mí porque estaba metido en una película pero faltaba un
personaje. Él me llevó con Juan Ibañez, le llevé unas fotos hechas por mí, con
líquido, manchadas, y le gustaron a Juan, y creo que ese fue motivo para que me
quedara en la cinta”, reveló.
La
vida es la metáfora del hastío...
Un choque
cultural y todo un cuestionamiento sobre la lucha de clases es lo que nos
aborda la cinta de Juan Ibañez, en la que si bien ambos grupos, ricos y pobres,
se unen para tener una noche de juerga los conflictos también surgen. Aunque el
desparpajo y la desfachatez se manifiesta en estos mecánicos de Toluca
denominados Los caifanes, también hay cierto pesar en sus existencias. En la
otra cara de la moneda,los jóvenes nice se ven inmiscuidos en la despreocupación
y lo superficial de las apariencias. La fusión de ambas vertientes engloba la
hegemonía y poder de la case acomodada, aquellos que sí tienen un nombre y algo
que perder en comparación con sus “amigos” de una noche. Pero ojo a pesar del
poder adquisitivo que simbolizan jamás pusieron un centavo en esta noche de
desparpajo. Lo referido queda asentado en una de las secuencias finales del
filme “Es muy fácil ser bravo, cuando no se tienen nada que perder, ustedes ni
nombre tienen.....mugrosos sin nombre”, refiere El arquitecto Jaime de
Landa. Acto seguido y luego de apaciguar
las fricciones, el Capitán Gato “Ya vámonos joven, pero se le olvidó pagar,
¿qué ya se arrepintió de invitarnos? o se acostumbró a que nosotros siempre
paguemos”.
“Los Caifanes” marcó el rumbo de nuevas formas de hacer cine en
nuestro país en el que los burgueses y la clase obrera, contiene la lucha de
ideas y de poder, enmarcadas por
secuencias y diálogos de antología. En
aquel año la industria fílmica sólo produjo 35 filmes, los cuales fueron
catalogados como insuficientes.
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